lunes, 16 de agosto de 2021

Ayón García, investigador UDA: “Al 2050 deberían desaparecer todos los glaciares de la Región de Atacama si proyectamos las condiciones actuales”

 Esta es una entrevista que hice junto a Eduardo Aramburú cuando escribíamos el libro "Historias del Río Copiapó", y dado el contexto de crisis climática, la reproduzco a tres años de haber sido escrita, puede que algunos hechos hayan cambiado y creo que merece una actualización al día de hoy, ya que la vida del ciclo del agua en el valle depende en gran medida de lo que sucede con los glaciares. Aquí empieza la entrevista: 

*Fue el coordinador del proyecto de investigación “Inventario de Glaciares de Atacama”, que ha permitido conocer en mayor detalle y con tecnología más avanzada la realidad de nuestra criósfera. El panorama es desalentador. en los últimos 50 años estos cuerpos de hielo han desaparecido en un 24 por ciento, las precipitaciones decrecen, las temperaturas aumentan y no hay una legislación que los proteja. Actualmente la única posibilidad de evitar su intervención es estar dentro del área de un parque nacional, pero el nuestro, el Nevado Tres Cruces no los consideró.


Eduardo descubrió que Ayón García era la persona que necesitábamos para este libro, ya que como científico experto en glaciares, los ha estudiado durante los últimos años y sabe sobre esas reservas de las que la comunidad no conoce demasiado y que sin embargo, son de vital importancia. Llegamos una tarde calurosa a la Universidad de Atacama, a esa casa central que destila historia, siglo XIX, para dirigirnos a uno de los costados de la casa central a un edificio escondido detrás de una reja con unos añosos algarrobos que sorprenden por el grueso de sus troncos, lugar donde nos sentamos a esperar al académico, hasta que se desocupó de sus urgencias y nos destinó un tiempo de calma para conversar. Es el Idictec, el Instituto de Investigaciones Científicas y Tecnológicas de la UDA, destinado a la investigación aplicada, en esta zona donde la minería y el medio ambiente mandan.

Cuando por fin estuvimos frente al académico, a Eduardo le sorprendió su edad, ya que es un joven científico, que se asoma a los treinta, probablemente, estudió Geología en la Universidad de Atacama, fue coordinador del proyecto de investigación “Inventario de glaciares y ambiente periglacial de Atacama” y hoy es investigador en el equipo del Idictec al mismo tiempo que cursa un doctorado en la Universidad Nacional de San Juan, Argentina, en ciencias geológicas y de la tierra. Es cálido, de sonrisa fácil, delgado y tiene la paciencia para explicar en palabras simples esos grandes misterios de la ciencia. Será más de una hora de conversación donde quedaremos abismados por la situación en que se encuentran nuestros glaciares.

-¿Qué estás investigando?

Los últimos cinco años he estado abocado a los que son glaciares y recursos hídricos y ahora estamos viendo como es la respuesta hidrológica que tienen los glaciares y otros cuerpos de hielo que hay en zonas áridas como ésta, donde nosotros vivimos.

-¿Qué es un glaciar?

Es un cuerpo de hielo formado por la recristalización de la nieve que precipita en invierno y en el verano viene el deshielo y luego la nieve que pasa de un año al otro se empieza a recristalizar y a cambiar su estructura cristalina, se va compactando y se va transformando en lo que es un hielo glaciar. Pueden tener movimiento actual o pasado, es un tema importante.

-¿A qué te refieres con movimientos?

La definición más típica de glaciar es un río de hielo, por el movimiento que tiene, por el aporte de nieve. Los glaciares tienen un lado donde acumulan la nieve que es la que se transforma luego en hielo y más abajo es la zona de ablación, que es el sector donde se van derritiendo, principalmente la nieve y el hielo. Entonces obviamente si en esta zona se acumula y en la otra se va derritiendo se genera un desbalance que empuja la parte donde hay más acumulación hacia abajo y se desplaza y sería como un río de hielo. Esa definición es para todo el mundo, pero en nuestra zona árida teniendo una cordillera tan alta, la temperatura es tan baja que los glaciares casi no se mueven, digo casi porque dependiendo de la ubicación del glaciar y las características propias del lugar pueden llegar a tener un movimiento muy bajo… en otras partes del mundo pueden tener movimientos muy rápidos de metros por día, pero nuestros glaciares se mueven poco.

-¿Qué otras características tienen nuestros glaciares? ¿Cuántos tenemos en la cuenca del Río Copiapó?

La cuenca del Río Copiapó tiene 1907 hectáreas de glaciares descubiertos, al año 2015. Tenemos una publicación internacional con nuestra investigación sobre el inventario de glaciares  en la revista “Cuaternario International”, la que se enfoca principalmente en la geología del cuaternario, que son los últimos miles de años, es decir la época en que estamos nosotros y donde tienen mayor incidencia todos los procesos que estamos viviendo. Los glaciares no son cuerpos fijos ni perennes sino que van teniendo una variación. Nosotros el inventario lo hicimos con una imagen del año 2015, es muy buena porque fue antes del aluvión, veníamos de un periodo de sequía muy largo entonces eso nos da una mayor realidad de cuál fue la reducción a la que llegó para ver bien cuántos eran los glaciares. Porque si tienes mucha nieve como es blanca es difícil diferenciarlos, en cambio en una época de mucha reducción tienes solos a los glaciares.

-¿Qué tanto alimentan a nuestra cuenca?

Son un componente fundamental del ciclo hidrológico, nosotros ahora no estamos teniendo río acá abajo por un tema administrativo, pero en la zona alta de la cuenca el agua es constante… los glaciares y otros cuerpos criogénicos están constantemente aportando agua, porque no solamente los glaciares contienen hielos, también existen los suelos congelados que son una mezcla de detritos, sedimentos, suelo que están mezclados con hielo… y de hecho los suelos congelados son la principal fuente de agua que tenemos en la cuenca, mucho más que los glaciares y producen más. No quiere decir que los glaciares no sean importantes, los glaciares son cuerpos completamente conformados por hielos y por ende por hectárea producirá más agua que la de suelo congelado… En nuestra zona que es transición de árido a hiper árido con un poco de semiárido en la zona sur de la región… se hace más predominante el aporte de los suelos congelados y una geo forma típica de los suelos congelados son los suelos de roca. Uno ve una montaña, no ve nada más pero hacemos un zoom y la primera parte es la capa activa que es la que se congela y se descongela diariamente y también estacionalmente y luego llegas a la base del permafrost y es hielo con sedimentos. Uno puede ver montañas y no ve absolutamente nada pero hay recursos hídricos escondidos.

Estos son los glaciares de roca, tienen un frente escarpado, tienen forma de lóbulo y difícilmente uno podría interpretar que tienen agua, pero la morfología es muy característica de un suelo congelado, frente escarpado, lobulado, escarpes y marcas que indican el flujo que está teniendo este cuerpo, hay cuencas que tienen glaciares de rocas y son tan constantes como las cuencas con glaciares descubiertos.

-Eso va en contra de lo que uno piensa normalmente...

Efectivamente.

Apenas comenzamos la entrevista, Ayón abrió su computador portátil y nos ha mostrado en imágenes las montañas donde se esconden los hielos, imágenes tomadas desde la altura o desde el suelo, lo adivinamos en algunas de las fotografías en la alta montaña con ropa que no deja apreciar el rostro. Ahora a medida que habla nos va mostrando imágenes de este inventario.

Nos muestra el glaciar El Potro, el más importante de la cuenca del Río Copiapó, nos dice y agrega “el más grande del norte de Chile” con un área aproximada de ocho kilómetros cuadrados.

- ¿De él nace el Río El Potro?

De ahí nace el río Los Helados se junta con otro que proviene del glaciar El Potro y nace el Río Chacay. Luego Chacay con Aranceles y Ramadillas hacen el Pulido.

-Esos a los que les dicen penitentes ¿qué son exactamente?

Son formas nivales que se van generando. Hay distintos factores que contribuyen a su formación, pero principalmente es la radiación, la latitud en la que estamos y los fuertes vientos, generan la fusión -que es el derretimiento de la nieve- y la sublimación - cuando pasa directo de sólido a gaseoso, un proceso que no genera agua-, se ven potenciados por estas condiciones de latitud, velocidad de los vientos y los fuertes cambios de temperatura. Esos factores generan que se vaya fusionando la nieve hacia los centros y se generan estas puntas de penitentes.

-¿En qué estado encontraron los glaciares?¿Antes de este inventario había información?

Sí, antes había inventarios, pero la potencialidad del estudio que hicimos nosotros es que incluimos toda la criósfera: todos los cuerpos que tengan temperatura bajo cero grados y con presencia de agua en estado sólido, o sea hielo. Eso quiere decir: los glaciares, los suelos congelados y también la nieve. Un conocimiento más avanzado y con técnicas más actualizadas.

-¿Esta información queda a disposición de quién?

De la comunidad. Fue un proyecto financiado por los fondos FIC 2014 y estuvo disponible el inventario el 2016, es información pública, también se ha publicado en revistas científicas. Y hay un documental en you tube también.


-Si hoy día tienen esta información y antes no estaba, si una empresa minera quiere pedir funcionar, pasar por la evaluación ambiental, etc, ¿Antes tenían información suficiente para resguardar los glaciares?

Anteriormente no, porque no había inventarios, no estaban los polígonos para poder comparar… De hecho me pasaré a una parte muy interesante. Acá hay dos mapas… Este mapa es el Parque Nacional Nevado Tres Cruces, llamado así por el volcán del mismo nombre. Acá está el volcán (nos muestra en el mapa) y todos estos puntos celestes son los glaciares que tiene el nevado Tres Cruces y éste que está acá en verde es el polígono de protección del parque nacional. ¿Qué quiere decir? que los glaciares están fuera de la zona de protección.  Actualmente los únicos glaciares que están protegidos en Chile son los que están al interior de los parques nacionales. Esto quiere decir que en Copiapó y en la región no hay ningún glaciar que esté protegido por la actual legislación. Algo realmente complejo.

-Por lo que pasó con Pascua Lama se supone que los glaciares no puedes llegar y tocarlos.

No, no se puede. Porque tienen cierta protección en el sentido que esa autorización pasa por el sistema de evaluación de impacto ambiental. Pero a Barrick se le autorizó a remover glaciares. Su RCA está y el número exacto de hectáreas que podían remover, del glaciar El Toro.

Me quedó dando vueltas la pérdida en mi memoria del dato, o la poca profundidad en la información que daba vueltas en mi cabeza y me decía que la minera nunca estuvo autorizada a intervenir los glaciares. Está claro que Pascua Lama incumplió sus condiciones ambientales para operar, entre ellas dañó los glaciares y contaminó las aguas y el costo fue su cierre y millonarias multas. Así que después de la entrevista invertí algunas horas en refrescar mi memoria e investigar lo sucedido. En la Resolución de Calificación Ambiental del proyecto original es donde finalmente encontré el dato, ya que la mayoría de las informaciones no lo tenían a la vista:  este documento del 25 de abril del 2001 autorizó a construir a Barrick y a operar y le permitió destruir “10 hectáreas de glaciares de entre 3 y 5 metros de espesor”, al mismo tiempo obligó a la empresa a  llevar un inventario de glaciares que asegurara que no dañarían al resto, ni harían realidad las advertencias hechas por grupos ambientalistas y de habitantes de la zona. El académico tenía razón. Pero mientras transcurría esta conversación yo aún no lo sabía:

La reubicación el RCA los autorizó y lo empezaron hacer, estaban autorizados entonces se podrían volver a mover todavía, porque en ninguna parte dice que no, lo que la normativa señala es que deben pasar por el sistema de evaluación de impacto ambiental.

 

-¿En ninguna parte dice que no?

Lo que dice la ley es que debe pasar por Evaluación de Impacto Ambiental. Sólo eso.

-¿Y eso es conveniente?

Claramente que no, porque si no hay un marco jurídico que los proteja queda a manos de las autoridades que estén en el momento y el interés que sea… en lo personal no estoy en contra de la minería, existe desde nuestros antepasados, cuento aparte es que vengan transnacionales y quieran llevarse todo. Sí estoy en contra de la destrucción de recursos hídricos que todos necesitamos para vivir. En ese sentido, lo más importante es contar con información que te pueda decir dónde están los glaciares y cuántos son, cuánta agua producen y en base a eso, siempre habrá alguien político que tomará la última decisión, pero a lo que voy debe haber información suficiente para que se tome la decisión. Que sea buena o mala, puede ser cuestionable porque todos tienen distintas opiniones pero que sea una decisión informada y por último, si deciden intervenir los glaciares, porque está dentro de sus funciones, se sepa que la persona que lo autorizó tenía la información de que los glaciares producen cuánta agua y que a futuro eso nos va a afectar de tal o cual manera.

-Se habla mucho de calentamiento global ¿nuestros glaciares están afectados por este fenómeno?  

Los glaciares que están ubicados al sur de la región tienen más complicaciones con las temperaturas porque están ubicados a más baja altura. Los glaciares los más bajos del sector del Río Huasco están en los 4500 metros y en Copiapó en los 5 mil metros, en las cuencas alto andinas, donde está Laguna Verde, Ojos del Salado, desde los 5.500 metros. Los del norte de Atacama porque están a mayor altura todavía están suficientemente fríos para no derretirse, pero la razón principal que están disminuyendo es por la disminución de las precipitaciones. Se han hecho estudios en la cuarta región que indican la tendencia decreciente durante los últimos 100 años, lo mismo en la quinta región, se hizo un estudio con los anillos de los árboles y son decrecientes y por ahí va asociado la principal problemática y eso genera que los glaciares se reduzcan.

 -Precipitaciones como las del 2015 con aluviones asociados y las del 2017, ¿logran recargar?

Sí, recargan. (Ayon muestra un gráfico donde claramente se ve la tendencia a la baja de las precipitaciones) Este es otro estudio donde vemos las áreas de glaciares o nieve que estaban a la fecha de máxima ablación, es decir después del verano, porque la nieve cae en invierno y en verano se derrite y las imágenes muestran su mínima expresión desde el año 1985 al 2016 y la tendencia es decreciente de los glaciares, tenemos peack 1987, 1991, 1997, pero esos peack, levantan y caen y caen cada vez más abajo… y esa recuperación siempre va más abajo y la extensión máxima después del aluvión 2015 -que en realidad es la imagen del 2016 porque la imagen del 2015 la tomamos antes del 25M- se ve una recuperación pero no es mucha y ahora va retrocediendo de nuevo y van cada vez bajando más y según las proyecciones en este caso si no me equivoco… para la región para el año 2050 se deberían estar desapareciendo los glaciares si siguiéramos tal cual con la tendencia de ahora.  Claramente son procesos cíclicos y si hay cambios en las condiciones climáticas puede ser que esto no se cumpla, que en el 2050 haya más glaciares; pero si tomáramos las condiciones actuales y las proyectamos sin variaciones de aquí al 2050 deberían desaparecer todos los glaciares de la Región de Atacama.

-¿Hay algo que podamos hacer para que no ocurra?

Difícil hacer algo porque esto ya viene por un control climático, lo que se puede hacer es proteger los pocos glaciares que tenemos y por ahí donde va el tema. El Glaciar El Toro era un solo glaciar, se empieza a dividir y hablamos de Toro I y Toro II (muestra una imagen) acá vemos la evolución de 1955 luego hasta el 1981 que no había intervención antrópica se ve claramente una disminución tanto en tamaño como en volumen, la disminución es algo que viene y es natural, pero en el año 1996 apareció un camino, luego 2000 muchos caminos y luego muchos más y le pasan un camino por encima de un cuerpo de hielo y se empieza a derretir más.

-¿Por la tierra que lo cubre?

Hay todo un tema, una capa funciona como protector desde cierta profundidad, si la profundidad es de más de 10 cm lo protege de los rayos del sol que no penetran tan directamente y eso empieza a generar una capa protectora.

-Este es un conocimiento popular, lo dice la gente de los valles, que cuando las mineras exploran levantan tierra, que cae a los glaciares y produce que se derrite.

Efectivamente. Los primeros dos centímetros de polvo generan que los glaciares se derritan más rápidamente, pero si la cubierta supera los 10 centímetros los protege, pero si hay polvo y más polvo se derrite más rápido. Capas pequeñas de polvo generan mucho derretimiento.

Eduardo interviene, iniciando una conversación sobre lo crítico de la situación en la zona y en el mundo:

Eduardo: -Una referencia más universal. El 25% de los glaciares han ido desapareciendo y el agua dulce viene de ahí y con esta crisis mundial del agua. Tenemos entendido que en Perú también están con un 35% que han desaparecido. Ellos culpan al calentamiento global que ha permitido un derretimiento mucho más rápido.

Sus glaciares están mucho más afectados porque están ubicados más bajos, desde los 3.500 a 4.000 metros hacia arriba, como los del Huasco, están afectados por el cambio climático y están ubicados en una zona donde las temperaturas son más altas que las nuestras, pero allá tienen una alta disponibilidad de precipitaciones. Pero la verdad no estoy documentado pero la tendencia de precipitación decreciente es uno de los factores que junto a la temperatura controla la alta reducción. Nosotros en los últimos 50 años hemos tenido un 24% de retroceso de los glaciares promedio en Atacama y en la cuenca del Copiapó es lo mismo.

Eduardo: -Hay una declaración del Subsecretario de Obras Públicas que da cuenta de los problemas hídricos y de las bajas precipitaciones del año porque en la zona central llovió muy poco, entonces él plantea que está asegurada el agua  para consumo humano y para la agricultura, pero nuestros caudales de ríos de esa zona más norte hasta Ñuble van a bajar entre un 50% a un 70%,  desde Copiapó y plantea como reflexión que cada vez hay menos nieve, menos agua y hay que cuidarla. Es lo que queremos impactar, estamos en decadencia.

Naturalmente el suministro de agua está decreciendo y aparte la presión sobre las cuencas es mayor, hay más industrias mineras, hay más agro industrias y alimenticias, entonces todo crece, porque tenemos más población y la precipitación decrecen y los glaciares decrecen, estamos teniendo cada vez menos agua y estamos intentando producir cada vez más. Entonces eso no llegará a buen puerto nunca, si el consumo es mayor que la disponibilidad todo se va a secar, el río da dos metros cúbicos por segundo y es lo que hay disponible, no saldrá más, no porque haya más derechos otorgados nos dará más agua, eso es algo de papel.







sábado, 29 de mayo de 2021

Eduardo Aramburú: escritor, gestor cultural y sobreviviente

*Es un escritor imprescindible para Atacama, ha publicado trece libros de su autoría y como editor más de cuarenta libros de autores de la región, es miembro de la Academia Chilena de la Lengua y tiene una larga lista de premios. Un indiscutible impulsor de la actividad cultural, gremial y de resistencia en tiempos de dictadura.  


Le impresionó el paisaje cada vez más seco. El bus era incómodo, pero cuando subió se alegró quedar sentado lejos de las ruedas, porque él tenía las piernas largas y esa notoria elevación significaría viajar completamente doblado, con sus rodillas cerca del pecho. Había abordado el bus con una pequeña maleta a las ocho de la tarde. Al llegar a La Serena terminó el pavimento del camino y comenzó “la calamina”, es decir los saltos producto del camino de tierra con la vibración constante en la ventana. El calor se sentía cada vez más fuerte en ese julio de 1962.

Eduardo Aramburú tenía 16 años de edad, hasta hace unos días se encontraba en Santiago estudiando las humanidades durante la noche y trabajando durante el día, para costear su estadía en la capital, forzada por un accidente que le obligaba a someterse a un tratamiento imposible en su natal Chimbarongo. Pero le llegó una carta de su tía Elcira, diciéndole que, como él sabía, había enviudado y con sus tres hijos necesitaba ayuda. En el sobre también venía un pasaje de ida a Copiapó que él, sin pensarlo demasiado, usó.

Por eso estaba en ese bus donde la gente podía fumar, intentaba entretenerse mirando el paisaje árido y distraerse de la sed cada vez más apremiante, que no tenía como calmar, agravada con el polvo levantado por el paso del vehículo que se filtraba e inundaba el transporte. No había llevado alimentos, como los demás, que precavidamente comían cada cierto tiempo sus sándwiches y bebestibles, así que fue un alivio la parada en Vallenar donde almorzó y compró una botella de agua. Más se alegró cuando a las cuatro de la tarde llegaron por fin a Copiapó. El Andes Mar Bus llegaba a la plaza, Los Carrera entre Colipí y Chacabuco.  Seguía sin ver árboles, no al menos como en el centro del país y todo le pareció tan antiguo. Caminaba y sólo veía casas bajas, de un piso, con techos de barro. No le desagradaba, pero era tan distinto.

Sus ojos rápidamente se acostumbraron a la nueva paleta de colores de la ciudad: cafés, amarillo, cielos azules, violetas al atardecer; al frío de la noche desértica y el calor infaltable del medio día. Él atendía la caja en el restaurante “Copiapó” de su tía, aunque también asistía en otras labores, lo que fuera necesario en un negocio familiar ubicado en el centro de la ciudad, en Maipú entre los Carrera y OHiggins, frente al Mercado Municipal. También salía con sus tres primos pequeños, especialmente con Zoia, fue su regalona, iban al estadio y a unas cuantas actividades culturales.

Se matriculó en el Liceo de Hombres, en la jornada nocturna. Poco a poco se integró a una intensa vida cultural.  Había grupos de teatro, cine y literatura. Los estudiantes crearon un periódico cultural que se llamaba “Hacia el saber”. Eduardo fue el Director. Osman Cortés, otro de los alumnos, el periodista. Rápidamente se hicieron amigos. Aramburú publicó poesías y artículos como uno donde rescató la labor que hacían los lustrabotas. Eran cuatro páginas en mimeógrafo o imprenta que sin embargo fueron el inicio de un camino para varios de sus escritores. En ese temprano período de su vida de estudiante comenzó también su inquietud por abrir caminos para la actividad artística. 

Formaron el comité Pro Casa de la Cultura, ya que los jóvenes, algunos artistas e interesados en la cultura miraban con envidia como en otras ciudades los municipios o el Estado fomentaban espacios destinados a desarrollar este tipo de actividades. A sus escasos años, su entusiasmo y liderazgo lo llevó a ser electo director de esta entidad, que impulsó variados encuentros, ya que estaban integradas varias disciplinas, pintura, música, literatura, dramaturgia. El pintor Julio Aciares era uno de sus integrantes junto a otros como José Francisco Ossandón, Alejandro Aracena y la joven poeta Amada Esperanza de Laire, hija del Director del Diario La Prensa don Carlos de Laire. 


Hasta el año 1970 este grupo impulsó la actividad cultural en Copiapó. Entre medio, Andrés Sabella había tendido un puente con los jóvenes escritores y les impulsó a rescatar la figura de José Joaquín Vallejo, primer cronista del país. Aramburú se fue a estudiar a la Universidad Técnica del Estado de Talca, pero antes, siguiendo los consejos del escritor nortino, crearon el grupo literario Jotabeche, que quedó presidido por Alejandro Aracena y Oriel Álvarez.

A los 17 años, seducido en parte por el diario El Siglo, -que ponía los temas de los campesinos y trabajadores en la agenda, particularmente por su suplemento cultural-y la influencia del regidor y poeta Lorenzo Reygada, ingresó a las juventudes comunistas. Militancia que llevó a la universidad, donde sus dotes de liderazgo nuevamente lo llevaron a impulsar las actividades literarias, a la presidencia del centro de alumnos y siendo ayudante de cátedra de economía y sociología y trabajador de la universidad, a dejar la representación estudiantil para presidir la Asociación de profesores y empleados de la Universidad Técnica del Estado, Sede Talca, y subsede de Linares, APEUT.

Entonces ya se había casado, tenía hijos pequeños cuando la mañana del 11 de septiembre tuvieron noticias del Golpe de Estado e inmediatamente se convocó al Claustro Pleno de la Universidad,  compuesto por académicos, directivos, no académicos y estudiantes, donde tomaron la decisión de escribir una carta. Se nombró una comisión redactora y luego el texto fue sometido al Claustro. En su contenido se hacía un  llamando a los militares a no disparar contra su pueblo, agregando que no se aceptaba un gobierno “gorila”. Rápidamente la imprimieron y repartieron entre trabajadores de los cordones industriales de Talca, agrupaciones y diversos sectores de la ciudad.

El día 12 de septiembre, estaba a punto de entrar a la universidad cuando escuchó que lo llamaban por “Eduardo”. Una curiosidad porque todos lo conocían por Luis, su primer nombre. Se detuvo a mirar hasta que se dio cuenta que en una Citroneta un funcionario amigo, de la D.C., lo invitaba a entrar. Abrió la puerta y escuchó.

¡No! No, no entres, que te andan buscando y te van a detener – le dijo.

La decisión fue rápida: marcharse. Este compañero lo llevó a una casa de otros amigos, donde difícilmente lo buscarían mientras escuchaban en la radio del automóvil los bandos militares. Su nombre encabezaba una lista de personas que debían presentarse perentoriamente en el regimiento. Lo pensó todo el resto del día, lo conversó con sus anfitriones y se convenció que como presidente de su gremio, absolutamente legal, no tenía nada que esconder ni acciones que lamentar. Así que en horas de la tarde cruzó la puerta del Regimiento. El militar a cargo lo reconoció como parte de la UTE y le dijo que estaba citado para el día siguiente a las diez de la mañana, donde los interrogarían.

Así que al día siguiente todos los funcionarios de la Universidad se encontraron en el regimiento y conocieron a su nuevo rector designado: un militar con grado de capitán, el Capitán Zuhkino, que uno a uno los fue interrogando. Después de conversar con el último de los funcionarios, el capitán se paró y  anunció:

Aquellos que voy a nombrar se quedan. El resto puede irse inmediatamente. Antes que me arrepienta -dijo comenzando a leer una lista con siete nombres, los presuntos responsables del delito de escribir una carta con un calificativo molesto para los militares golpistas. Aramburú escuchó el suyo y vio salir a gran parte de sus compañeros de universidad del recinto militar.

Lo siguiente fue entrar a una piscina con un agua gélida que les llegaba hasta los tobillos en un sector de la piscina. Cuando los nombraban debían salir aprisa, ya que los esperaban culatazos de los militares que los custodiaban y los rodeaban. Entraron y salieron varias veces en el día, en el inicio de las torturas, esas que dejan marcas en el cuerpo y en el alma. A Eduardo le preguntaban por la carta, por lo que enseñaba en sus clases de economía. Esperaban que confesara que instruía marxismo. Algo que no confesó, porque claro que estudiaban “El Capital”, como también a los otros autores fundamentales en discusión en plena guerra fría. De las amenazas, recuerda sobre todo las realizadas a su esposa y sus hijos, que si algo le pasaba a algunos de los militares, ellos lo pagarían.

Nos sacaban a presenciar el castigo a alguna persona. Recuerdo a un profesor de enseñanza básica, él tenía que cantar la canción nacional con la parte de los militares.  Nadie se la sabía. Por supuesto que yo la había leído, pero de ahí a aprenderla. Le pegaban de una manera…terrible. Hasta que caía al suelo. Nos hacían presenciar un simulacro de fusilamiento, pero nosotros no sabíamos que era simulacro. Nos sacaron de los calabozos y nos llevaron a una sala donde debíamos estar en cuclillas con las manos en la nuca. Fue la peor parte porque si tú te colocas en cuclillas durante ciertos minutos se te adormecen las piernas y te caes. Te levantaban a puros culatazos. Igual te caías. Tú sentías que no iba a terminar nunca. Nos sacaban y nos llevaban a la sala de interrogación, querían saber dónde estaba el mimeógrafo, quienes habían salido a repartir la carta, quienes más estaban involucrados.

El 13 de septiembre, más bien en las primeras horas del día 14, como a las tres de la mañana, los sacaron de la sala donde los tenían en cuclillas y con las manos en la nuca,  los subieron entre golpes a un vehículo militar, sin saber a dónde se dirigían. Todos al unísono pensaron que los matarían, pues ya había desaparecido un compañero del grupo de la UTE. Eduardo escuchó cuando el capitán le dijo al teniente a cargo:

Ya sabes lo que tienes que hacer, si alguno se mueve, usted dispare no más.

Alguno de los prisioneros dijo que los llevaban al cerro, donde los matarían. Eduardo sintió el camino como lo último. Nadie hablaba. Recuerda que sintió la subida en el cerro mientras se convencía que iba hacia el lugar donde lo fusilarían. Cuando el vehículo paró y los hicieron bajar en fila india con las manos en la nuca, se dio cuenta que habían llegado a la cárcel.

Aramburú es un sobreviviente. De esas torturas que acabaron cuando por fin llegó a la cárcel y se encontró con otros tantos compañeros con el alivio de ver a quien creías muerto. Del proceso acusado, en el que intervino la Cruz Roja Internacional por ser declarado terrorista debido a su participación al escribir una carta donde rechazaban un gobierno militar.

Los días en la cárcel fueron mejores. El Alcaide era buena persona. Lo peor seguía siendo escuchar el nombre.

Cuando llamaban a alguien a interrogatorio se hacía doble fila. Todos le daban un palmazo en el hombro, le decían, ‘suerte, suerte’, porque normalmente la gente llegaba muy mal. Se llamaba por alto parlante porque tenían que interrogarlo los militares en el regimiento. Esos interrogatorios eran muy duros. La gente salía caminando y había que entrarlos en andas en la mayoría de los casos. Ese asunto se repetía muy seguido.

Lo vivió junto a su compañero de universidad y de prisión, Isaac Huespe, la doble fila, las palmadas en la espalda, a él le decían ‘niño’ y les deseaban suerte a ambos. Caminaron hacia la sala donde estaban los militares, pero tomaron otro pasillo y los llevaron hacia la oficina del Alcaide. Allí su compañera de universidad, una religiosa que estudiaba pedagogía, Bernardita Riquelme, les esperaba, rompiendo así la incomunicación a la que estaban sentenciados. El Alcaide los dejó solos. La monja de entre sus polleras sacó una carta para cada uno y papel y lápiz. Aramburú escribió a su esposa, le decía que todo estaba bien y que pronto estarían libres.

Los prisioneros habían escuchado de la caravana de la muerte y sus asesinatos. Pero tenían esperanza en el militar que estaba de Intendente, el Coronel Efraín Jaña, porque había mostrado compromiso con el gobierno de Allende. Al mismo tiempo temían por su suerte si llegaban, pensaban que seguro elegirían a los de la UTE, por su fama de refugio de la izquierda. Afortunadamente se cumplió la esperanza, ya que llegó la siniestra comitiva a la zona y el intendente efectivamente impidió la masacre, lo que le costó la baja y la prisión.

Aramburú estuvo preso dos años. La primera condena fue por ocho, pero gracias a la intervención de abogados de la Cruz Roja Internacional y del Obispado de Talca a los cinco autores de la carta los condenaron a dos años. Estuvo en las cárceles de Talca, Parral y luego lograron un traslado a Copiapó, donde Teresa, su esposa, contaba con sus padres. En su libro escrito durante su estadía en la cárcel, “Engranaje del tiempo” en el poema II retrata con profundidad el dolor: “Huye la esperanza como fiera dolorida/…/En el jardín de los meses vestidos de gris/ mi carne se enferma/ mi espíritu llora/ mi mente se afiebra/ No aparece tu nombre cuajado de alivio/ Grito de furia/ me canso/ me duermo/ en el vacío sin Dios”.

Esos fueron años difíciles en lo económico también, ya que desde el golpe la universidad lo exoneró sin ningún tipo de indemnización. Entonces la solidaridad de vecinos, compañeros y amigos ayudó a esta familia hasta la vuelta al norte.

Pero los malos momentos no terminaron.

Ocurrió cuando intentaba una nueva forma de ganarse la vida. Porque cuando salió libre buscó otras maneras de generar ingresos, ya que muchas puertas estaban ahora cerradas. Se dedicó a hacer muebles de todo tipo. Se encontraba haciendo un frailero, un mueble quemado, por ese entonces de moda, así que trabajaba con el soplete sobre la madera para darle ese color oscuro cuando la herramienta reventó y lo dejó con quemaduras en su rostro, en sus manos y parte del cuerpo. Lo trasladaron a Santiago, donde agradece al médico de apellido Fierro, quien se esmeró en reconstruir su rostro, ya que había quedado con los párpados vueltos hacia abajo, la boca sellada y la nariz como una masa, como él recuerda. Hoy tiene un rostro donde hay que concentrarse para ver sus cicatrices, ya que las personas suelen más bien ver al ser humano que ha hecho de sí mismo, ante todo, amable, de voz profunda, reflexivo, que inspira respeto.

“Esa mañana el sol no saltó por la ventana/ El Trudeau me indicó cirugía plástica/ Y mis ojos vieron la herida que el fuego/ dibujó en mi cara” retrató ese momento en el poema “Incertidumbre” parte del libro “Transparencias” que escribió al salir en libertad.  “El Comité Pro-Paz canceló todo/un indigente era yo desde ese septiembre/cuando la barbarie cortó los árboles/quemó los libros, destruyó las aves,/y protegió a las culebras que se deslizaban/por entre las zarzamoras” continúa contando en versos esa historia.

Y la presencia de su esposa, Teresa, fue vital para su recuperación: “Estaba junto al dolor de la lejanía/del norte, de mi casa/y llegaste/traías la dulzura en tu mirada de universo …/tus manos, eran mis manos/ bosquejando nuevamente/ el mañana./Y entre el dolor/ la incertidumbre/ del pem-total/ aparece la transparencia de tu voz:/ Volví a creer en el amor”.

El accidente no lo detuvo.

Regresó recuperado a Copiapó tras varias operaciones y un largo tratamiento. Se unió a ALUTEC, el grupo literario al alero de la Universidad Técnica del Estado, sede Copiapó, en que se refugiaron los escritores luego de que el grupo Jotabeche fuera intervenido por los militares que nombraron a Lucía Román, escritora de su confianza a cargo, obviamente partidaria del régimen. Oriel Alvarez, Alejandro Aracena, Juan García Ro y otros más fueron recibidos gracias a las gestiones del académico Enrique Lillo en esta academia literaria que les ofreció la posibilidad de reunirse y publicar revistas con sus trabajos, pero bajo tutela. Es decir, para sesionar debía estar presente al menos uno de los dos profesores a cargo y no tenían ninguna capacidad propia de tomar decisiones. A Aramburú esto no le pareció nada bien, así que conversó con todos ellos y les invitó a independizarse, en el momento una verdadera conspiración.

Así nació el grupo literario Copayapu. La idea se concretó en el pueblo San Fernando, en una parcela del padrino de matrimonio de Eduardo, que la prestó para un asado de un grupo de amigos. No alcanzó para carne, así que hicieron una fritanga de pescado, mientras se organizaron, se propusieron para el próximo aniversario de Copiapó, el del año 1978, publicar un libro que rompiera el silencio de décadas, sin ni siquiera un libro de un autor copiapino. Estaban presentes: Tussel Caballero, Medarno Cano, Angela Cuevas, Juan García Ro, Alejandro Aracena, Andrés Ríos, Nalky Pesenty, Danilo Octavio Bruna, Nilsa Muñoz y Fresia La Flor.

Juntaron dinero, reunieron sus trabajos, los discutieron y se lanzaron a la tarea. Presentaron el libro a la Seremi de Educación para solicitar su autorización. Pasaron los meses y ni una respuesta, hasta que el abogado de dicho estamento en una reunión privada le dijo a Eduardo que el libro iba a ser rechazado. Le sugirió que lo retirara mediante una carta sin ningún tipo de comentarios y lo enviaran a una imprenta fuera de la Región, donde seguramente pensarían que contaban con los permisos para su publicación. Eso hicieron.

Hablamos con una imprenta de La Serena, conseguimos un préstamo porque no nos alcanzaba la plata que habíamos juntado. Nosotros teníamos muy poca idea de cómo teníamos que hacer el libro, mandamos solamente los originales.  La imprenta conocía a Benjamín Morgado, un escritor que pasaba mucho tiempo en Santiago pero también en Coquimbo. El dueño de la imprenta le dice que ‘están haciendo un  libro de poetas copiapinos,  pero incompleto, solamente tienen los originales,  no está inscrito.  ‘Ya no te preocupes dijo él’, y él solucionó todo, él inscribió en el Depto. de Derecho de Autor el libro, hizo todo lo que había que hacer legalmente, incluso hizo las correcciones del libro. No aparece su nombre en el libro, porque nosotros no teníamos idea que él estaba haciendo todo eso -recuerda sobre estos primeros pasos que abrieron el camino de las letras en Atacama.

¿Y todos ellos estaban en contra de la dictadura?

Al menos todos compartíamos la idea que no podíamos seguir viviendo en una situación como la que estábamos. Lo pensábamos desde el punto de vista del escritor que necesitábamos libertad para escribir. Y poder decidir. En eso estábamos todos de acuerdo.

El libro llegó y lo celebraron con una presentación en la sede del Sindicato de Cerro Imán, en noviembre de 1978. Pero querían cumplir con su meta, que fuera parte de las celebraciones del aniversario de la ciudad, el 8 de diciembre. Algo difícil, después de todo era una publicación sin los permisos y autorizaciones que exigía el régimen. Así que buscaron la forma y la encontraron con Angela Cuevas, que participaba en uno de los centros de madres de Cema Chile, la institución que presidía la esposa del dictador, donde “señoras” de militares vigilaban las reuniones de las mujeres que participaban, generalmente motivadas por tejidos y bordados de variado tipo.

Así que ella habló con una de esas esposas, le contó con la mejor de sus sonrisas que con unos amigos escritores habían publicado un libro, donde aparecían sus poemas y querían entregarlo al Intendente, Arturo Alvarez Sgolia, en la ceremonia de aniversario de la ciudad. Así que el 8 de diciembre Angela Cuevas se presentó en el Estadio Techado, la señora del militar la llevó donde el encargado de la ceremonia, les mostraron el libro y el locutor a la hora de entregar presentes la nombró y ella subió al escenario y entregó la Primera Antología del Copayapu al Intendente.

Los escritores celebraron.

SEA

El siguiente paso fue la creación de la Sociedad de Escritores de Atacama, SEA. Pusieron fin al grupo Copayapu y hablaron con todos los escritores de las distintas comunas de la región. Así se integraron escritores de Vallenar, Huasco y Chañaral, incluidos algunos partidarios de la dictadura. 

Las actividades se sucedieron con éxito. Reuniones periódicas de escritores de todas las provincias, recitales poéticos donde leían sus trabajos, publicaciones, tres nuevas antologías, premios y encuentros zonales e incluso nacionales.

Eduardo recuerda que la primera actividad con la que “rompieron el hielo” fue en septiembre de 1979, un homenaje a Pablo Neruda, cuyos libros estaban prohibidos de circular, y donde se encontraron con muchas dificultades para conseguir un local donde realizarla. El sindicato de trabajadores de Cerro Imán se atrevió, no sin antes discutirlo seriamente. Aramburú y compañía eran bastante entusiastas, hicieron invitaciones y volantes en mimeógrafo y llenaron la sala, además obtuvieron cobertura de prensa. Invitaron a todas las autoridades, es decir, a los militares y su séquito de civiles en el gobierno. Esperaron que les prohibieran la actividad, pero nada. Lo importante, confiesa, era quebrar el miedo y ganar un poco de libertad. Fue una demostración que podían avanzar. 

Andrés Sabella fue una suerte de padrino de la Sociedad, vino varias veces a Copiapó y ofreció charlas y participó de recitales poéticos. Era un personaje vetado por el régimen. En 1985 realizaron un gran encuentro encuentro zonal, donde los escritores se reunían, analizaban, hacían ponencias y también recitales abiertos a la comunidad. El salón del Liceo Comercial se llenó de público, con la presencia de Andrés Sabella y René Vergara, participaron de una cena en el Club Social de Paipote, donde leyeron sus trabajos, dieron otro recital en la biblioteca del Liceo de Hombres y obtuvieron una gran cobertura de prensa, del Diario Atacama y medios nacionales.

El encuentro de alguna manera era de difusión. Nosotros queríamos posicionarnos como una voz en plena dictadura, mostrar que había un pensamiento que era distinto y activo. Ese era el principio. En este encuentro sacamos una declaración conjunta firmada por René Vergara, Andrés Sabella, Tussel Caballero, Juan García Ro y por mí, donde clamábamos por la libertad de expresión, porque los libros circularan libremente, nosotros estábamos pensando por ejemplo en el caso de Neruda que estaba prohibido -explica este escritor que dirigió la SEA desde su fundación hasta el año 1986.

La magnética personalidad de Andrés Sabella, su oratoria, sentido del humor, gran conocimiento de la literatura y su amor por el norte terminó cautivando a todos los integrantes de la SEA. Durante el año 1982 cada carta de esta organización tenía el membrete “Andrés Sabella Premio Nacional de Literatura”, pero ninguna universidad, institución o entidad se atrevió o quiso presentarlo como candidato. Así que dos años más tarde, Aramburú viajó a Antofagasta con la misión de recolectar todos los antecedentes que permitieran redactar la postulación del escritor del norte al premio nacional. En mayo ingresaron su candidatura firmada por la SEA. 

Encuentro de escritores, donde estuvo presente Andrés Sabella.


Años más tarde, Andrés Sabella, en una entrevista en la Radio de la Universidad de Atacama le contó a Osman Cortés que a él lo llamaron para comunicarle que se había ganado el premio nacional de literatura en 1984. Sin embargo, los militares al enterarse, llamaron al orden al jurado y finalmente el premio fue para Braulio Arenas, escritor que celebró el golpe con sus versos.  Sabella murió sin recibirlo y sin siquiera poder entrar a la universidad que lo había nombrado doctor Honoris Causa, la del Norte.

Los encuentros los hacían sin dinero, sin fondos concursables ni organismos que los apoyaran. Aramburú recuerda que Salomón Cid les donó carne para la alimentación de los 35 escritores del más grande de los encuentros, que el IEP les prestó la cocina y sus instalaciones y que en casas de los escritores copiapinos alojaban a los invitados. Los pasajes generalmente los costeaba cada participante. Obtenían patrocinios, por ejemplo de la Universidad Técnica del Estado o después UDA, pero sin recursos asociados.

La sala de la cámara de comercio y el salón la del Liceo Comercial fueron los lugares donde desarrollaron las constantes actividades. Eran momentos en que un grupo folclórico generalmente abría, y luego leían sus trabajos. Actividades largas, normalmente duraban cerca de dos horas, en las que los y las poetas deseaban leer sus trabajos. Las antologías comenzaron a hacerlos ellos mismos, imprimían con un mimeógrafo y Danilo Octavio Bruna tenía la capacidad de encuadernar. Así sacaron “Canto de cobre y niebla” en1980, “El hombre y el paisaje atacameño” en 1985 y “Por norte la esperanza” en 1987.

En 1985, Eduardo Aramburú renunció a la SEA para dedicarse a luchar más frontalmente por la recuperación de la democracia en la AGECH, organismo paralelo al entonces designado Colegio de Profesores.

AGECH

La directiva de la AGECH esperaba una reunión con el Intendente. Eduardo, su presidente,  recuerda que el militar ingresó y sin decir palabra se paró delante de cada uno, mirándolos fijamente a los ojos durante varios segundos. El silencio se podía cortar en ese lugar adornado con muebles del siglo XIX. Después de unos interminables minutos los hicieron pasar y sentarse, los dirigentes le explicaron sus demandas al militar, los sueldos, por cierto, que eran ínfimos y los resultados de los indicadores en materia educacional que unánimemente ubicaban a la región en el último lugar del país. Le indicaron que los profesores necesitaban capacitarse para salir de esta pésima realidad a lo que, según recuerda este escritor, el militar les contestó:

Les voy a sugerir un asunto importante frente a lo que están planteando, ustedes están hablando que quieren capacitación, hay una forma muy eficaz que es la autocapacitación, y yo les sugiero que busquen ese camino.

Luego, el gobierno sacó un decreto en respuesta donde anunciaron que llevarían observadores externos a las aulas a revisar como los profesores estaban impartiendo las clases. LA AGECH lo consideró inaceptable y respondieron con una fuerte declaración pública, que fue publicada, por cierto, en el Diario Atacama. A los pocos días unos carabineros golpearon la puerta de Aramburú, diciéndole que el gobernador lo necesitaba inmediatamente en su oficina. Un momento de miedo y tensión, que recuerda por la dificultad que tuvo para responderles con un débil “sí”, con una voz de ultratumba.

Raúl Porcile, el gobernador, había sido siempre amable con él. Incluso Aramburú recordaba un acto político hecho en la plaza, a un año del día que encontraron los tres cuerpos degollados de José Manuel Parada, Manuel Guerrero y Santiago Nattino, donde manifestaron su repudio a este golpe, considerando además que Manuel Guerrero fue presidente de la Asociación Gremial de Educadores de Chile en la Región Metropolitana. Un acto rápido, en el que pusieron coronas y hablaron respecto a lo ocurrido sin sillas, micrófonos o alguna otra preparación. No llegaron policías. Pasó el Gobernador, se acercó a Aramburú y le preguntó de que era su actividad, él le respondió tranquilamente y no pasó a mayores. Pero esta vez, estaba furioso.

No sabe usted lo que me ha costado convencer al intendente que no los relegara a todos ustedes no sé a dónde. Yo lo conozco a usted y lo he defendido, pero esta va a ser la última vez -recuerda el escritor sobre un monólogo que duró bastantes minutos, pero que a él le devolvió la calma.

Después de todo, por mucho menos varios habían terminado relegados o exiliados, o peor aún, en manos de los organismos de inteligencia. Detrás de esa defensa estaba el respeto que este partidario de los militares le tenía a la profesión docente, ya que su madre se casó con Abraham Sepúlveda quien fue para Porcile su verdadero padre, un personaje impulsor y amante de la docencia y, además, de las artes y las letras.

No era fácil en esos tiempos. A unos días del asesinato de los degollados, la AGECH organizó una misa en conmemoración en la catedral de Copiapó, dirigida por el Obispo Fernando Ariztía. Leonor Núñez, Nora Montero, Ana María Torres eran algunas de las docentes que se preocupaban de poner crespones negros en las solapas de los numerosos hombres y mujeres que repletaron esa iglesia de piso negro y blanco, bancos de madera, construcción colonial del siglo XIX de tres naves amplias y con un sagrario de plata cincelada.

Todos eran rostros conocidos, exceptos unos hombres al fondo, de pelo sospechosamente corto para la época, traje formal y oscuro. Aramburú sintió que eran parte del aparato de inteligencia, varios lo comentaron en voz baja y pensó en lo valiente que eran esas colegas al verlas acercarse a esos sujetos sin vacilaciones, tomar sus chaquetas y clavarles el crespón negro sin mayores comentarios.

Nora Montero recuerda el momento:

—Organizamos una misa, se la pedimos a don Fernando Ariztía, acordamos hacer crespones negros para todos los asistentes, para darle algo más simbólico, hubo palabras en la misa, representantes de personas que participaban en ese tiempo en contra de la dictadura. Nosotros ubicábamos a los CNI, le pusimos los crespones a los cenachos, fue la Leo Núñez y otra compañera, la Blanca Pérez, que vivía en la población Los Sauces, profesora de la escuela Especial, ellas hicieron eso de ponerles los crespones, esa osadía fue ocurrencia de la Leo y la Ximena Cataldo. Nos costó bastante caro porque cuando salimos de misa estaba afuera Carabineros, se armó una trifulca, pero después logramos rearmarnos y hacer la velatón.

Los taxistas que tenían su paradero en la plaza, frente a la catedral, despejaron la zona, como varias otras veces, para que pudieran realizar la velatón. Luego de instalar las velas en el piso, comenzaron a dar una vuelta alrededor de la plaza, cuando Carabineros comenzó a dispersarlos.

—Tuvimos que entrarnos a la catedral. Don Fernando siempre tenía la gentileza de dejarla no sólo abierta si no que se quedaba una persona, para que luego que entrara la gente cerraban altiro la catedral e impedían el ingreso de carabineros. Después salíamos tranquilamente por otro lado, por la calle O’Higgins, después de un rato. Eso fue no sólo en esta actividad, siempre, don Fernando era muy preocupado de que en lo posible a uno no le pasara nada – recuerda Nora sobre esta actividad y de un modo de actuar en que la Iglesia Católica tuvo un rol protector.

La AGECH tenía personalidad jurídica, una sede donde se hacían peñas y actos culturales, y que servía también de lugar de reunión de muchas otras agrupaciones que comenzaban a conformarse con norte democrático. Las peñas eran importantes porque permitían que la gente se encontrara, profesores, estudiantes, apoderados y público en general. Varios artistas colaboraban con su participación.

Durante los años de existencia de esta agrupación, Aramburú fue su presidente “vitalicio”, ya que todos los años lo reelegían.

Esa participación culminó cuando ganaron las elecciones democráticas en el Colegio de Profesores, el año 1989, en una lista donde Aramburú, por cierto, no estaba. Todos esos años el escritor continuó siendo comunista, lo que no le impidió participar activamente en la campaña por el NO y posteriormente por las elecciones presidenciales y parlamentarias. Hasta que hubo una reunión del comando de profesores por Aylwin en la sede de la Democracia Cristiana y le ordenaron que se retirara, ya que le dijeron que él no podía estar en ese lugar. Ahí descubrió que no estaría ya con muchos de los que había trabajado por la democracia. Varias de sus compañeras de la AGECH sin militancia política pero activas en las actividades de resistencia no se sintieron bien recibidas en las nuevas organizaciones dirigidas por la concertación de partidos por la democracia.

Aramburú, un hombre comprometido con su época y con la esperanza de cambios en la sociedad, en los años 90 abandonó el PC para integrarse al PS.

 

DIRECTOR DE CULTURA

Ana Ponce es dramaturga, dio sus primeros pasos en este arte con la Agrupación Teatral Atenas originalmente de Tierra Amarilla, con un teatro que llama a la risa, lo que alternaba con modestos trabajos para ganarse la vida. Hasta que fue contratada para la producción de actividades culturales en el departamento de cultura que en ese entonces dependía de la Seremi de Educación, donde conoció a Eduardo Aramburú, quien estaba a cargo.

Una experiencia muy enriquecedora, más que un jefe fue un maestro para mí, muy luchador, un gran poeta, un buen amigo, capaz de dar muchos consejos sabios, me ayudó a tomar muchas buenas decisiones, me instó a estudiar, a enriquecer mi acervo cultural, me enseñó muchas cosas, un gran hombre en mi vida como jefatura y amigo.—¿Cuál fue tu primera impresión?
— Congeniamos  muy bien, desde el principio acogió mi trabajo, me apoyó y me dio la posibilidad de expandirme como persona, me instaba a que yo pudiera hacer las cosas a mi manera, pudiera tomar autoría, decisiones, sin estar siempre al alero de él como jefatura. A usar mi criterio, y eso me ha servido mucho.
—¿Qué dirías de su trato?
Me llamó mucho la atención el trato que tenía hacia los artistas, los gestores, los creadores, los artesanos y el amor que sentía por el acervo cultural de Copiapó, de la región. Un hombre con mucho arraigo. La calidez con que recibía a los artistas, y aún cuando había descontentos por cosas que pasan en los temas culturales él siempre tenía la palabra precisa para calmar los ánimos, para darle a esa persona el mejor consejo. Dentro de cualquier tema que se estuviera abordando, reunión, capacitación, era un conciliador y un hombre muy entendido en la materia cultural, tanto del arte como del patrimonio, conocía muy bien la región, los hitos de Copiapó, de las otras comunas, a los escritores, los artistas, quiénes eran y dónde estaban.
 
Una gestión destacada de esa época fueron los cabildos culturales, que con la participación de los artistas sentaron las bases de una nueva institucionalidad para este mundo.  Eran tiempos con escasos recursos para actividades culturales, donde la infraestructura también daba cuenta de esa precariedad, con dos pequeñas oficinas adosadas a un tremendo edificio donde funcionaba todo el resto del Ministerio de Educación en Atacama. Esas ínfimas dependencias las ocupaban primero Aramburú, Ana Ponce, un encargado administrativo y posteriormente la recién egresada periodista Sheyla Araya, al recientemente creado Consejo Regional de las Culturas y las Artes, en el año 2004.

Don Eduardo Aramburú fue el primer director de esa ex institución, haberlo tenido de primer jefe y de primer director una experiencia que yo creo nunca voy a olvidar. Nos tocó a un equipo muy pequeño implementar está institucionalidad cultural en la región, fue un desafío muy grande, ir a la descentralización del quehacer cultural, implementando acciones de fomento, desarrollo y además en cuanto contenido es decir las líneas programáticas que había que ejecutar o las particularidades propias de la región. Él los llevó con un sello súper particular, propio de su ser, ese profundo sentido reflexivo, muy propio de su mirada sobre la importancia de la cultura tanto en la vida de las personas, como a nivel de sociedad -recuerda con cariño Sheyla Araya, quien hasta la fecha ha continuado en esta entidad cultural, ahora Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio.

Ella lo recuerda con una fuerza impresionante para recorrer las comunas de la Región, alejadas fácilmente cada una de ellas a dos horas de distancia de la capital regional, siempre vestido formalmente con pantalón de tela, camisa, chaqueta, en muchas oportunidades con una boina y radiante de felicidad el día que en el centro de la plaza de Copiapó, bajo su abundante sombra y la presencia de destacados artistas de toda la región y del Ministro de la cartera, presentaron la primera política regional de cultura.


 

Este perfil lo escribí como una especie de bonus track del proyecto para la Casa de la Memoria. Mi tarea era entrevistar a Eduardo Aramburú y pensé que nadie le había hecho un perfil, así que me di a la tarea y este es el resultado. La foto inicial es de "El orador ilustrado", las demás fueron producto del trabajo de recopilación de imágenes, la del encuentro fue cedida por Arturo Volantines, la de la SEA es del archivo de Gabriel Indey que cedió a la Casa de la Memoria. Las restantes son del propio escritor. 


 


jueves, 25 de marzo de 2021

Para los que vivimos en Atacama, este es un día especial, en que recordamos a los aluviones que nos golpearon tan fuerte... con sus olas de barro, destrucción y muertes.
Escribí un libro sobre esta catástrofe, de crónicas, que rescata algunas de las historias que ocurrieron. Se llama #OlasdeBarro.
De ahí en este día y como un homenaje a la esperanza, les comparto la historia de la madre que dio a luz en el cerro La Cruz de Paipote.


La niña del cerro

Camila Abarca Ubilla sigue viviendo en el mismo pasaje donde estaba cuando comenzó el aluvión de marzo del 2015. Ella y su hija, Yovhanela Francisca Gattica Abarca protagonizaron una de las historias más difundidas durante esta catástrofe, al parirla en el cerro La Cruz, donde habían escapado junto a su familia. Para conocer los detalles, llegué a su pasaje, uno de tantos con nombres de la geografía local, y cuando me acerco al sector, que alguna vez recorrí cuando estaba destrozado por el barro veo que ha mejorado bastante. Dos señoras conversan en una esquina, me preguntan qué dirección busco al ver mis pasos erráticos en una dirección y luego otra, les digo y me interrogan que si busco a Camila, les respondo que sí, me indican la casa. Golpeo y no sale nadie. Grito con idéntico resultado. Las señoras van a buscarla, donde su mamá, unos metros más allá.

El sector es de casas de dos pisos, bajo un sol inclemente, no se ven árboles en las veredas ni en los antejardines.  Tampoco a simple vista se ven muchas plantas. Son viviendas modestas, y a pesar de que hay paro del sector educacional por esos días tampoco se observan niños jugando en los pasajes. Tal vez las madres tratan de que no tomen tanto sol, pienso. Después las señoras me responden que los niños ya no salen mucho a la calle, por los peligros, por el tránsito, porque tienen celulares e internet que les resultan más divertidos que un juego a la pelota o a la escondida en algún pasaje.

Llega Camila, se ve joven, sonriente, con su hija en los brazos, falda larga, y me invita a pasar a su casa.

Conozco a Yovhanela. Es inquieta, curiosa, quiere registrar mi cartera, jugar con el estuche de los lentes, le muestro un pequeño peluche de orangután con el que se distrae unos minutos, se sube a los brazos de su madre y luego huye, siempre tratando de subir la escalera que está bloqueada pero que ella logra sortear así que en ese punto detenemos la grabación para ir en su búsqueda. En varios.

¿No le pusiste Esperanza? Habían dicho que así sería.

Es que ella ya tenía su nombre.

Me comienza a contar como empezó todo. Ella vivía en la casa de su mamá.

Habíamos ido a mirar la defensa de Paipote, como corría el agua. Fue el 25. Habíamos ido con mi marido, con mi papá, nosotros decíamos pobrecita esa gente ya no se le ven las casas. Yo me había ido a acostar, con mi hijo, estaba muy cansada, estábamos con mi mamá, llegó mi papá corriendo y me dice ‘hija, despierta que se viene el río’.’Papá, déjame de molestar, déjame dormir’ le dije, y en eso siento que llega el agua la casa. Abrió la puerta. Entró con mucha fuerza. Dejé a mi hijo sentado en el sillón y el sillón se levantó, mi hermana lo tomó y se lo llevó para arriba, yo me quedé ayudándole a mi papá a tapar para que no siguiera metiéndose el agua.

Camila vivía en el primer piso, en una pieza que habían construido ampliando la casa hacia el patio, donde tenía todas las cosas de su guagüa.

Yo perdí todas las cosas. Tenía lo que le habían regalado a la Yovhanela del baby shower. Su cuna, todo.

El agua y el barro ganaron esa batalla, así que no les quedó más que refugiarse en el segundo piso. Estuvieron allí muchas horas, tantas que para Camila fue difícil contarlas. En la tarde, sintieron que paró un poco el caudal del río que ahora corría  por su casa, su pasaje y todo el sector, momento en que también llegaron los suegros de Camila, después de haber dejado a salvo a uno de sus hijos donde un familiar. Eran cerca de las cinco de la tarde.

Llegaron y nos ayudaron a salir, porque nosotros estábamos encerrados en la casa. Nos fuimos al cerro, subimos con las cosas, nos llevamos lo que más pudimos porque yo tengo un hijo que ahora tiene cuatro años y era chiquitito en ese momento, para poderlo abrigar.

Iban subiendo lentamente, pasando por entre piedras, barro, agua, mojados, sucios, tratando de esquivar los peligros del camino cuando llegaron al faldeo del cerro y el suegro de Camila le dijo:

Niña, no se te vaya a ocurrir ponerte a parir acá en el cerro.

El cerro La Cruz de Paipote no es difícil de subir, sus faldeos son suaves, pero en ese momento producto de la lluvia ofrecía un mayor peligro. Tiene varias planicies que permiten ubicarse aunque no ofrece una gran protección del frío y el viento, que abunda en el sector. Desde allí se podía ver uno de los puntos de desborde de la quebrada de Paipote, donde comienza Llanos de Ollantay como también el estropicio en el sector circundante a la quebrada, lo que después se llamó zona cero.

Estábamos desesperados, porque mirábamos para abajo y seguía pasando el ruido, y sonaban las piedras, aparte que verlo y no saber si esto iba a subir más, o no, o qué iba pasar, no sabíamos nada, era mucha la desesperación que teníamos arriba en el cerro –recuerda Camila sobre esos angustiantes momentos.

 Estaba anocheciendo, así que armaron la carpa que llevaban y se acostaron dispuestos a dormir.

Estábamos todos amontonados durmiendo en la carpa –describe Camila. Pero ella no podía conciliar el sueño, un dolor de espalda se lo impedía, o tal vez eran los nervios, pensaba.

Me voy a levantar porque me duele mucho la espalda, le dije a mi marido, yo no asimilé que eran contracciones, pensaba que tenía un dolor del espalda, nada más – me cuenta e instantáneamente se ríe-  Mi papá estaba afuera, había un niño en una camioneta y él le pidió que si me podía acostar ahí porque estaba embarazada. Le dijo que sí. Me acosté y me empezó a doler más fuerte la espalda, yo lo asimilaba con el cansancio, como un dolor no más, el niño me preguntaba que qué me había pasado, yo que nada, que tenía un dolor. Después llegó mi papá, me sirvió una taza de té y empezaron las contracciones más fuertes. El niño bajó a buscar una persona, don Pedro, lo llevó, él me revisó, y me dijo a ti todavía te falta para dar a luz. Eran como la una o dos de la mañana. El él es paramédico, trabaja la Clínica Atacama.

El diagnóstico fue que al amanecer tendría la guagua, siete u ocho de la mañana.

Pero las contracciones eran cada vez más fuertes.

 El niño me miraba no más y yo me afirmaba. Yo me quedé tranquila. Nunca se me pasó por la mente que va a tener a la Yovhanka en el cerro. No estábamos en buenas condiciones para tenerla ahí, no había nada.

A su alrededor ya se había corrido la voz que una mujer estaba a punto de dar a luz, vía celulares llamaban a las autoridades, a las radios que transmitían ininterrumpidamente, al hospital, en busca de ayuda. Se sabía que habían llegado helicópteros a la zona y como Camila era optimista pensaba que uno de ellos vendría a buscarla para dar a luz en el hospital. Eran como las cuatro y media de la mañana cuando las contracciones de Camila motivaron al joven a volver a ir en buscar de Don Pedro. Él llegó, por suerte ya no llovía, y volvió a examinarla.

Ya estás en trabajo de parto  — le dijo.

Inmediatamente los celulares volvieron a llamar, una conexión que escuchaban hasta que la entonces Seremi de Salud, Brunilda González y matrona de profesión, tomó la llamada que le pusieron al paramédico, y comenzó a darle indicaciones de lo que  tenía que ir haciendo. El escuchaba e iba haciendo lo que le decía. Pedro había atendido partos como ayudante.

Tú tienes que estar tranquila –era lo que repetía el paramédico a Camila.

Mandó a calentar agua, otros fueron a buscar cosas, géneros, ropa. Llegó una amiga de Camila, Clare, también paramédico pero del hospital, con ropa para la bebé,  y pañales. Tenían todo preparado hasta que llegó el momento que ella nació.  

Cuando estaba naciendo yo tenía nervios, porque a uno le hacen un tajito cuando tiene su primer hijo, él me decía que tenía que tener cuidado con que nos se abriera porque no teníamos nada para cocerme. Ése era un peligro. No estaban las condiciones para que ella naciera. 

Yovhanela vio el mundo a las cinco dieciocho de la madrugada. Aún no amanecía. Se escuchó un grito de alegría en todo el cerro, y en el del lado y el de más allá, todos ellos llenos de gente que huía del barro, varios de ellos con sus viviendas perdidas o imposibles de habitar. Camila seguía preocupada. Veía que la ropa le nadaba a su pequeña, y trataba de abrigarla con su cuerpo. Esperaba que llegaran luego los helicópteros a sacarla de allí.  

Al final dijeron que habían mandado helicópteros, pero no llegó ninguno, nunca. Llegó al otro día. –me cuenta Camila.  

¿Has hablado con Don Pedro? –le pregunto. 

Sí, cuando la ve a ella, la abraza, le da besos –me responde Camila—. Tuve que esperar ahí hasta que llegó el helicóptero, a la una o dos de la tarde. Bajó en el regimiento, nos llevaron en un camión al Hospital, ahí yo iba afirmada porque con la guagua, la bolsa y el dolor que tenía… En el hospital me subieron en silla de ruedas para arriba. El hospital estaba lleno de agua, barro, cómo se habían tapado los alcantarillados y salido todo eso. Ahí me quedé, me iban a dar el alta altiro pero tenían que revisarla a ella, salió limpiecita, no la tuvieron que lavar. Al otro día la bañaron, en la mañana, y me dieron el alta a mí y no se lo querían dar a ella, igual me la pasaron para que me la trajera y después el día lunes tenía control, para ver cómo estaba. 

Camila se fue unos días a casa de unos familiares de su marido, pensando en proteger a Yovhanela del frío, el viento y toda la contaminación que abundaba en el sector. Pero fueron pocos días.  

Después me vine para acá porque tenía que ver mis cosas, como habían quedado, si podía recuperar los recuerdos, las fotos, al menos algo. De todo lo que había de ella no pude salvar nada. Ella tenía su cajoncito, se perdió con todas sus cosas. 

Yovhanela ocupó portadas y titulares de diarios y noticieros y se transformó en una especie de mito, algo positivo dentro de tanta catástrofe. Cuando un medio de comunicación  la descubrió durmiendo en el cerro con su bebita, hubo críticas al gobierno y también una campaña de solidaridad. Le pregunto si recibió mucha ayuda. 

De la gente particular que venía al cerro, sí. Personas que venían de otro lado, la ayudaron mucho. Le llevaban ropita, también  gente de la población, de Paipote. Unos carabineros llegaron cuando yo la tuve, venían de Rahue, con un regalito que le había mandado la gente. Gente particular nos ayudó harto. 

Afortunadamente tuvo leche para darle y en abundancia, hasta los seis meses. Así que los días que continuó viviendo en el cerro, durmiendo en la carpa, al menos no tuvo que preocuparse de cómo sacar agua, esterilizarla y lograr que sus mamaderas se mantuvieran limpias. Con más tranquilidad, hoy ve que era probable que el parto ocurriera en el cerro.  

¿Cómo te estás reponiendo de todo eso que pasaste? Veo que ahora tienes casa. 

No es mía, estoy arrendando. Tratando de que sea mía con un subsidio. De a poquito uno se va recuperando, con la familia, los mismos vecinos se ayudan entre todos, de a poquito uno va saliendo adelante, si al final yo perdí todo y tuve que empezar como de cero, comprar todo, camas, ropa. En ese momento despidieron a mi marido del trabajo, por el barro él no podía ir a trabajar, y tenía que ayudarme a mí, él trabajaba en un taller mecánico, cerca de Tierra Amarilla. Igual allí lo ayudaron en algunas cosas. 

¿Qué sacaste de lección de todo esto que pasó? 

Que hay que disfrutar a la familia, porque no nunca se sabe cuándo va a pasar algo así, demostrar más el cariño. 

Y a ella, ¿Cómo le vas a contar la historia? 

Todos le dicen, ándate de acá a dónde vives tú, ándate a la punta del cerro –me responde riéndose, y Yovhanca sigue en lo suyo, dando vueltas, subiendo a los brazos de su madre, bajando, caminando y riendo. Nos mira, pero  aún no comprende tantas palabras a su alrededor y  que hemos estado hablando también de ella todo este rato. 

No sé cómo contarle. Tú buscas en google y sale todo. Pones el nombre de ella y aparece como la niña del cerro –me dice Camila.