Y es que estaban en la mesa, todos reunidos como buena
familia, y no es porque a ella Jung la haya deslumbrado en sus años de
estudiante universitaria, juro que eso no tenía nada que ver en el almuerzo,
sólo era la tele prendida, como fluyendo sola, ella comiendo mirándolos a todos
esperando el piropo por su chapsui
que esta vez sí parecía verdaderamente chino, como de restaurante de esos
servidos por la señora de ojos rasgados que deja al nieto que apenas se asoma
por la mesa a pedir la propina, regañándolo en chino; y el adolescente que
todavía no se convence que su cuerpo es el de ahora, tan alto, concentrado en
la comida, para hablar luego, así que mastica y mastica mirando a los demás con
ganas de comenzar a hablar pero la comida está tan rica que mejor… y la pequeña
con su guata de pajarito, riéndose a cada rato buscando razones para dejar de
comer hasta que papá comienza la conversación, y de repente una palabra trivial
como micro, y en la televisión micro con una imagen que a él lo congela.
-Otra vez la tele lo hizo.
-En realidad no puede ser casualidad tantas veces.
-Es que la tele quiere conversar contigo, papá -dice la
pequeña, porque a ella la razón y las causas consecuencias acostumbradas aún no
le limitan las explicaciones.
-Sí, hija eso debe ser.
-El problema es que ninguno de nosotros entiende que te
quiere decir la tv –dice el adolescente sin que a nadie le importe si es en
serio o si la sonrisa medio ladeada es más bien muestra de escepticismo.
-En realidad yo tampoco entiendo un carajo, son palabras
inconexas, siempre una coincidencia que no hay forma de calzar.
-Es que lo importante no son las palabras, es el hecho –
dice la mamá como tratando de enchufarse en un mundo mágico en el que
claramente se siente extraña, con algo de razón a lo que no puede entrarse
desde las causas consecuencias, ni siquiera leyendo a Einstein y su
desconfianza con los dados, Macluhan o Planc.
-Debieras transformarte en un detective del intento de
conversación –dice el adolescente ahora completamente serio.
Y entonces ese padre se dedica una semana completa a escuchar la
televisión, a revisar la internet escuchando desde una separación, con una
libreta en la mano y entonces no pasa nada, como si antes sólo hubiera delirado.
Ni una sola palabra que le regalara. Así que se da por vencido, diciéndose que
basta de ser tan cronopio, mejor dedicarse a las cosas concretas, escribe en la
libreta mientras la tira al basurero de la cocina, cuando el noticiero anuncia
que ha subido el precio del cemento y hay nuevas formas de hacer el concreto, y
la libreta irrecuperable, piensa si podrá recordarlo y va a buscar un cuaderno
perdiendo las imágenes y la paciencia al mismo tiempo.
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