Trabajo en una fundación cultural
que ha tenido que adecuarse a los tiempos que corren, mucho más de lo que jamás
habíamos imaginado. Durante octubre en adelante tiramos abajo toda la cartelera
-difícil de ejecutar en ese escenario por cierto- y transformamos la programación para participar en marchas, asambleas,
cabildos y actividades de resistencia. También algunas de contención, ya que no
eran tiempos fáciles y las emociones y sobresaltos también abundaron.
Fue poner nuestro trabajo a
disposición, como sentíamos que éramos más útiles, en un proceso donde muchos
otros artistas actuaron así desde sus diversos espacios. Con esto quiero decir
que no fuimos los únicos que nos organizamos para hacer una acción de arte en
medio de una marcha y que muchas veces nos unimos con otros artistas y
colectivos trabajando juntos. Fue una reacción de muchos de este ámbito.
En marzo estábamos partiendo el
año con bastante optimismo, algunos proyectos adjudicados que hacía prometedor
el 2020 y como siempre, aún faltaba recursos para completar algunas de las
actividades, pero eso es parte de nuestro panorama cotidiano. Hasta que nos
llegó la peste llamada coronavirus, con la suspensión de clases, luego
cuarentenas y todo lo que hemos visto, incluyendo la instrucción desde el
Ministerio de las Culturas de paralizar todo proyecto Fondart, cuando partíamos
con dos. Además, dos de nuestros programas se llevan a cabo en escuelas y
liceos. Todo lo demás consistía en hacer funciones o actividades donde las
personas asistían a un lugar. En resumen, todo paralizado. Al menos como lo
conocíamos hasta entonces.
Hicimos una reunión de emergencia
y decidimos trabajar en lo planificado para los próximos meses. Y pedir permiso
al Ministerio de las Culturas para empezar con los talleres -proyecto Fondart-
en abril, vía online. Entre medio sabíamos que en el mundo de los artistas esto
venía como una bomba, ya que algunos vivían de los talleres por los que
cobraban, de los que hacían en establecimientos educacionales, proyectos
fondarts paralizados o locales en las mismas condiciones.
El espíritu artístico o inquieto
nos llevó a mantenernos en actividad constante en nuestras redes sociales y nos
sumamos al verdadero estallido de liberación de contenidos que entonces
ocurrió: libros, películas, obras de teatro, museos, documentales y luego
tímidamente clases abiertas y charlas que comenzaron a hacer artistas y centros
culturales. Fue un poner a disposición lo que teníamos con el ánimo de
contribuir a que las personas se quedaran en casa y tuvieran más alternativas
de ocupación del tiempo.
Ahora, que el mundo es plano como
dice Caparrós aludiendo a que lo vemos desde nuestras pantallas de celulares,
tablets o computadores, desde la Fundación Proyecto Ser Humano partimos con
las clases online en diversos formatos,
de acuerdo a las posibilidades de los talleristas, tanto de conexión como de
grabación así como las necesidades de la disciplina que imparten. Estamos
aprendiendo y está resultando. Es alentador ver a la gente inscribiéndose en un
formulario online, reproduciendo videos, reclamando porque no les ha llegado el
enlace para la clase vía zoom.
Probablemente cometeremos errores
o posteriormente se encontrarán otras formas de utilizar mejor estos formatos
para la cultura y las artes pero por mientras el virus fue un empujón que nos
está llevando de lleno al siglo XXI. A buscar nuevos públicos, nuevas formas de
hacer y probablemente nuevas prácticas. Antes usábamos las redes sociales para
invitar a las actividades, para reunirnos, para encontrarnos, es decir lo que
conocíamos como encontrarnos es decir trasladar nuestros cuerpos a un mismo
lugar físico. Ahora nuestros cuerpos se quedan en casa, como una forma de
protegerlos ante el virus mientras gracias a internet y una serie de
dispositivos nos juntamos a la distancia, nos encontramos en nuestras imágenes,
nuestras voces, pensamientos. Todo eso, menos la materialidad de tocarnos.
Ahora desde el gobierno empiezan
a hablar de asumir una nueva normalidad, que parece querer decir aprender a
circular con la amenaza de la pandemia, con muchos nuevos cuidados, mascarilla
permanente, distanciamiento social lo que probablemente hará imposible o
indeseable juntarnos en un teatro, en un taller presencial o en un evento
durante bastante tiempo. Pienso que la seguridad volverá recién cuando exista
una vacuna. Entonces los desafíos serán como sostener esta actividad para
quienes son trabajadores del mundo de la cultura y las artes, para que podamos
seguir solventándonos en este nuevo escenario en el que estamos. Porque hay
cambios que no tienen vuelta atrás.