viernes, 9 de septiembre de 2016

Sobre Neruda de Pablo Larraín

Me he quedado masticando la película Neruda de Pablo Larraín, preguntándome qué significa para una persona nacida en cuna de los privilegiados, de la derecha de nuestro país, centrarse en una figura izquierda como nuestro vate, en episodios históricos donde la izquierda y la derecha se ven las caras. En primer lugar, veo cierto respeto hacia lo que podríamos llamar el pueblo de la izquierda, que en sus imágenes se muestra detenido, encarcelado, torturado y seguidores de sus líderes. Verdaderos héroes en esta película.
La película, está narrada por un detective obsesionado por pasar al historia al encarcelar al poeta comunista, siguiendo las órdenes del Presidente Gabriel González Videla, mientras la cacería anticomunista desangra al país. Un detective que se ha inventado un apellido, eligiendo un padre y que entiende perfectamente quien da las órdenes, en Chile pero también quién se las da al Presidente, un dato no menor en un Larraín, de una familia que probablemente avala la intervención estadounidense en la política chilena, en nombre de la libertad, las buenas costumbres, el orden ese de que siempre los mismos tengan la libertad para hacer lo que tan bien les ha resultado.
Neruda se ve está escribiendo su leyenda, mientras le deja pistas del detective haciéndole ver finalmente, que también es uno de personajes, que lo estaba creando, que él es el autor protagónico mientras el detective trata de escapar de ese destino de personaje secundario.
La película aborda la construcción del mito, tanto de esos hechos difíciles, complejos, en que los seres humanos nos vemos al afrontar y tomar decisiones que cambian  nuestras vidas, incluso que la salvarán, como la ley maldita y la persecución al entonces senador comunista. La respetuosa e incluso endiosada forma de buscar al bate, quien era capaz de poner en palabras y en poesía, la resistencia a los hechos, la denuncia, y de alguna manera,  transformarse en la mejor propaganda política al dar directo en el corazón que animará a ese golpeado pueblo. Un Neruda consciente de su figura, de su sus proyecciones, de la importancia de continuar y proteger su obra, de teñirla de sangre, de hechos, no se le muestra sufriendo por los otros, sino más bien acostumbrado a su propios privilegios, los que no duda en poner en jaque en pos de un fin superior.
Pero este Larraín también nos muestra cómo es relevada la figura de Neruda, descrita por Picasso como  el organizador de la resistencia en la clandestinidad, escondido en túneles y bajo puentes, después que lo hemos visto más bien en casas, departamentos, e incluso algunas correrías nocturnas. El mismo pintor, luego de su escape lo recibe como un victorioso sobreviviente, un héroe con un liderazgo de trabajo político que en la película no parece tan clave.
Pero un gran escritor, capa de escribir esta novela en la realidad de todos los de su época, que con generosidad, hace un policía sagaz, furioso, incisivo, lleno de pasión muy distante del que podría ser el personaje real, el que nos está contando la historia, lleno de dudas, complejos, y que siente que sólo vive en la medida que es nombrado por uno de los grandes, no le importa el juicio sobre sus acciones, lo verdaderamente relevante es trascender.
Este Neruda humano, desacralizado, no víctima sino un guerrero en la creación de realidad, relacionado con la burguesía, con prostitutas, intelectuales, y por supuesto con un partido comunista muy en las sombras, del que acata sus decisiones, pero sin meterse demasiado en este aspecto de su vida.
Para mí, ese es el punto: la creación de la realidad para los otros, el mito, en el que Larraín no desliza la duda para quienes esperarían un relato más en blanco y negro, de discursos acalorados, diálogos febriles, un héroe más sencillo.
Durante muchos años he escuchado a poetas, intelectuales, algunos de derecha y otros de los sectores más a la izquierda del partido comunista, criticar a Neruda. He sentido en todo eso un dejo en  los poetas querer matar al padre, para poder seguir su propio camino, y en los otros la necesidad de debilitar la figura central que es para la izquierda, y, por cierto, un dejo de negación muy característico de los chilenos y chilenas, que para sentirse inteligentes buscan encontrar algo negativo de ser la persona, o en la obra.

En fin, yo me quedo con imagen del gran escritor, capaz de transformar su realidad de perseguido, de víctima en una victoria, para él y para sus objetivos políticos, sabiendo que era un hombre, humano, que escribía no sólo en el papel.

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